Un amigo en un libro. El Maestro de Esgrima — Arturo Pérez-Reverte.

Antonio Arroyo Sánchez
2 min readMar 18, 2019

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Foto tomada por mi. Arroyo-Sánchez.

Los que sean lectores me comprenderán; un libro puede ser un amigo, más si lo sueles llevar a diferentes lados bajo el brazo.

Hace cosa de una semana acabé de leer un libro que desde que empecé había decidido tomármelo con calma, leerlo despacio; me tomó más o menos mes y pico, lo cual es un tiempo considerable de compañía; siempre iba conmigo, en la mochila o en mis manos.

Mi padre me dijo una vez, y le sigo creyendo, que los libros nos eligen a nosotros; son ellos los que dicen «aquí estoy, agárrame.» y lo hacen en el momento perfecto; si nosotros nos empecinamos en agarrar un libro que no nos ha llamado, corremos el riesgo de no estar listos para ese libro.

Bueno, pues ese libro del que les cuento me acompañó mes y pico, me llamó y lo hizo en el momento correcto pues me brindó de una amistad que necesitaba; entre páginas me hice amigo del protagonista Don Jaime Astarloa, un hombre digno y valiente con una épica personal fácil de admirar.

Don Jaime, a lo mejor sin que él quisiera, me dio lecciones y me dijo cosas como «Se un caballero, cumple tu palabra y por favor haz algo hombre de Dios.»; más que lecciones, más que enseñarme, me lo dijo y me lo recordó en el momento adecuado.

Don Jaime me acompañó físicamente, pues llevaba conmigo el libro, a lugares donde de verdad nunca me imagine iria y en esos lugares platicó conmigo, hizo de coartada y de fiel compañero, se puso frente a mi cuando yo tenia un poco de zozobra y me dijo «tranquilo, yo me encargo.».

No soy de los que da muchos detalles sobre su vida personal, pero les contaré que esa vez que me acompañó a ese lugar, yo tenía que entregar una carta de personal importancia; pues Don Jaime sostuvo la carta todo el tiempo y en el momento adecuado me la dió y me dijo «Ten, ya entrégala, ya es momento.».

Acabé el libro, me dio tristeza tenerle que decir adiós a Don Jaime. Al ver la contraportada sonreí mientras recordaba lo que habíamos pasado juntos. Y ahora allí está, ya no conversamos; yo tengo que irme a continuar mi aventura y él seguro tiene sus quehaceres; pero estoy seguro que un día volveremos a platicar, le contaré como va todo, le pondré al corriente de mi situación y de cómo ha avanzado la guerra cuyas primeras batallas él se batió a mi lado.

Gracias Don Jaime.

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